"Gaza es la encarnación real del infierno en la tierra para un millón de niños y niñas"
Declaraciones de James Elder en la rueda de prensa celebrada en el Palacio de las Naciones de Ginebra

Material audiovisual disponible:
Declaraciones en vídeo de James Elder, AQUÍ
La historia en vídeo de Qamar, la niña a la que se refiere James Elder, AQUÍ
GINEBRA, 18 de octubre de 2024 - "Gaza es la encarnación real del infierno en la tierra para un millón de niños y niñas. Y está empeorando, día a día, a medida que vemos el horrible impacto de los ataques aéreos diarios y las operaciones militares sobre las niñas y los niños palestinos.
Permítanme intentar compartir cómo se ve eso, a través de los ojos de una niña: Una niña de siete años, Qamar. Durante un ataque contra el campamento de Jabalia, Qamar fue herida en un pie. El único hospital al que pudieron llevarla –el de maternidad– estuvo sitiado durante 20 días, y para entonces la metralla en el pie de Qamar había provocado una infección. Como no podían trasladarla y el hospital no tenía recursos para atender todos los casos de traumatismo, los médicos tuvieron que amputar la pierna de Qamar.
En cualquier situación vagamente normal, nunca habría sido necesario amputar la pierna de esta niña. Ella, su madre y su hermana –que también resultó herida– se vieron obligadas a evacuar. A pie. Una niña de siete años con una pierna recién amputada fue empujada de norte a sur. Ahora viven en una tienda de campaña desgarrada, rodeados de agua estancada y de otras familias que sufren tragedias similares. Qamar está, por supuesto, profundamente traumatizada –los bombardeos no hacen más que agravar la situación– y en Gaza no hay prótesis. Por desgarradora que sea, la historia de Qamar dista mucho de ser la única. Y ahora mismo se está repitiendo.
Se está repitiendo no sólo entre familias, sino a lo largo de los meses y meses de este interminable conflicto. Poco más de un año después de que se diera la primera orden a un millón de personas de abandonar el norte de Gaza, cientos de miles de civiles están recibiendo de nuevo órdenes de «evacuación» para abandonar el norte.
De hecho, al reflexionar sobre la situación actual, la mejor sensación para describirla es déjà vu –pero con sombras aún más oscuras. Hace un año, la cruel elección para los civiles era: soportar las penurias o huir hacia el desplazamiento. Hoy, las privaciones se apoderan de toda Gaza. El desplazamiento, una vez más, sólo conduce a más sufrimiento y a condiciones cada vez peores para los niños y las niñas.
Hace casi un año, actualizábamos diariamente el número de camiones a los que se permitía cruzar a Gaza. Hoy, en el norte, volvemos a estar igual. Desde el 2 de octubre, sólo se ha permitido la entrada en el norte de Gaza de 80 camiones con alimentos o agua.
Hoy, el sur –donde se está obligando a ir a las familias– está desesperadamente superpoblado y carece letalmente de agua, saneamiento y refugio esenciales.
¿Adónde irán las niñas, los niños y sus familias? No están seguros en las escuelas ni en los refugios. No están seguros en los hospitales. Y, desde luego, no están seguros en los sobrepoblados campamentos.
Por ejemplo, al-Mawasi, donde a menudo se dice a los palestinos que se trasladen. Al-Mawasi representa alrededor del 3% de Gaza en términos de superficie. Tenía una población de 9.000 habitantes antes de esta guerra. Ahora tiene alrededor de 730.000. Si al-Mawasi fuera una ciudad, sería la más densamente poblada del planeta. Pero al-Mawasi no es una ciudad. No tiene grandes edificios, ni infraestructuras. No tiene capacidad para albergar a una población de ese tamaño. La mayor parte de su terreno son colinas de arena.
Aquí es donde Qamar y tantos otros se ven obligados a vivir, aún privados de niveles adecuados de agua, medicinas y refugio. Carecen lamentablemente de apoyo en salud mental, educación y seguridad.
Quizá la ironía más negra de desplazar de nuevo a familias a estas denominadas «zonas humanitarias» es que, además de carecer de alimentos, agua y medicinas, también han sido bombardeadas. En Al-Mawasi se han producido numerosas víctimas en masa. La frecuencia de los ataques contra escuelas es inimaginable. Treinta en sólo las dos últimas semanas, y más de la mitad (16) de ellos en Jabalia.
De alguna manera, en este contexto, UNICEF ha construido miles de letrinas, ha dado asistencia en efectivo a un millón de personas, y más de 300.000 niños y niñas se han beneficiado de nuestros servicios de nutrición, mientras que otros 117.000 menores de 5 años recibieron galletas de alto valor energético y suplementos nutritivos.
UNICEF y nuestros aliados de la ONU siguen abogando por un alto el fuego sostenible a largo plazo, ahora altos el fuego –en plural– cuando se habla de la región en general. Por el regreso de los rehenes. Por la reanudación del tráfico comercial y la posibilidad de utilizar rutas adicionales para el transporte seguro de carga. Por un acceso humanitario sin trabas y un aumento a gran escala en la cantidad de todos los artículos esenciales para la supervivencia de la ayuda humanitaria –especialmente alimentos, agua, sanidad, educación y salud mental– y financiación para todos nuestros programas, que siguen estando peligrosamente infradotados. Y para la prevención de las amenazas a los trabajadores humanitarios, incluida la desinformación, que ha proliferado a lo largo de este conflicto.
A pesar de los inmensos esfuerzos de todas las agencias humanitarias, la infancia sigue sufriendo a diario daños indecibles. Un año después de aquellas primeras evacuaciones forzosas, nos encontramos con que la comunidad internacional está viendo cómo se repite la historia. Es el caso de otra niña a la que conocí a principios de este mes. Cuando la casa de su familia fue atacada, su hermano y su hermana murieron. La niña sufrió heridas devastadoras en la cara: le arrancaron casi toda la piel. Los cirujanos han logrado reconstruir la parte que se salvó, pero necesita urgentemente una evacuación médica para recibir atención especializada. Se le ha denegado. Varias veces. Es sólo una de los más de 10.000 pacientes que esperan una evacuación médica urgente, cada uno con una trágica historia similar. Si este nivel de horror no conmueve nuestra humanidad y nos impulsa a actuar, ¿qué lo hará?
En octubre del año pasado, según UNICEF, Gaza se había convertido en «un cementerio para miles de niños y niñas». Este octubre, en mi visita más reciente, he visto múltiples cementerios improvisados.
El pasado noviembre, UNICEF advirtió que, si el acceso de los niños y las niñas al agua y al saneamiento en Gaza seguía siendo restringido e insuficiente, veríamos «un trágico –aunque totalmente evitable– aumento del número de niños y niñas que mueren. Los niños y las niñas se enfrentan a una grave amenaza de brote masivo de enfermedades». Hoy hay polio en Gaza.
El pasado diciembre, UNICEF declaró: «La Franja de Gaza es el lugar más peligroso del mundo para ser niño o niña». Y día tras día, desde hace más de un año, esa brutal realidad –basada en pruebas– se refuerza.
Y, sin embargo, a pesar de las declaraciones, los datos fehacientes, el infierno de tiendas de campaña ardiendo, los gritos desgarradores, las decenas de conversaciones que he mantenido con niños desamparados y mutilados, las súplicas desesperadas de los médicos pidiendo medicinas y las negativas y retrasos en la ayuda, los responsables no han tomado medidas para reducir el sufrimiento. De hecho, a medida que vemos cómo se repiten las escenas en el norte, la situación se deteriora.
Con cada repetición de los acontecimientos del año pasado, se mantiene una sombría repetición: morirán más niños y niñas gazatíes”.
Para colaborar con el trabajo de UNICEF por los niños y las niñas de Gaza: www.unicef.es/colabora/unidos-por/unidos-por-gaza
Acerca de UNICEF
UNICEF trabaja en algunos de los lugares más difíciles para llegar a los niños y niñas más desfavorecidos del mundo. En 190 países y territorios, trabajamos para cada niño, en todas partes, cada día, para construir un mundo mejor para todos.
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Elena María Hernández Martínez
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