El hambre disminuye en el mundo pero aumenta en África y Asia occidental
673 millones de personas padecían hambre en 2024, lo que supone un descenso con respecto al 8,5% registrado en 2023.

Sokura y su hija Aminetou en Mali. Las mujeres del pueblo trabajan en el huerto, ocupándose también de su riego. © UNICEF/UNI701969/Borra
29/07/2025
Se estima que el 8,2% de la población mundial —es decir, unos 673 millones de personas— padecían hambre en 2024, lo que supone un descenso con respecto al 8,5% registrado en 2023 y al 8,7% en 2022.
Sin embargo, los avances no fueron uniformes en todo el mundo, ya que el hambre siguió aumentando en la mayoría de las subregiones de África y Asia occidental, según la edición de este año del informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo (SOFI 2025) de Naciones Unidas.
“Todos los niños merecen la oportunidad de crecer y prosperar. Sin embargo, más de 190 millones de niños y niñas menores de cinco años sufren desnutrición, lo que puede tener consecuencias negativas para su desarrollo físico y mental. Esto les priva de la oportunidad de vivir al máximo de su potencial", afirma Catherine Russell, directora de UNICEF.
Avances solo en algunas regiones
El estudio indica que entre 638 y 720 millones de personas padecieron hambre en 2024. Sobre la base de la estimación puntual* de 673 millones, esto representa un descenso de 15 millones de personas desde 2023 y de 22 millones desde 2022.
Si bien el descenso es positivo, las estimaciones más recientes siguen estando por encima de los niveles previos a la pandemia, y la elevada inflación de los precios de los alimentos de los últimos años contribuye a la lenta recuperación de la seguridad alimentaria.
Se observan mejoras notables en Asia meridional y América Latina. La prevalencia de la subalimentación en Asia se redujo del 7,9% en 2022 al 6,7%, es decir, 323 millones de personas, en 2024. Además, en la región de América Latina y el Caribe, la prevalencia de la subalimentación se redujo al 5,1% —34 millones de personas— en 2024, desde el máximo del 6,1% registrado en 2020.
Por desgracia, esta tendencia positiva contrasta fuertemente con el aumento constante del hambre en África y Asia occidental, en particular en muchos países afectados por crisis alimentarias prolongadas. La proporción de la población que se enfrenta al hambre en África superó el 20% en 2024 —afectando a 307 millones de personas—, mientras que en Asia occidental se estima que el 12,7% de la población —más de 39 millones de personas— habría sufrido hambre en 2024.
Se prevé que en 2030 casi 512 millones de personas padecerán subalimentación crónica. Casi el 60% de ellos se encontrarán en África. Esto pone de relieve el inmenso desafío que supone alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 2: hambre cero.
Seguimiento de las metas en materia de nutrición
- Entre 2023 y 2024, la prevalencia mundial de la inseguridad alimentaria moderada o grave —una evaluación que registra cuando se experimentan limitaciones en el acceso a una alimentación adecuada durante parte del año— descendió ligeramente, del 28,4% al 28,0%, lo que equivale a 2.300 millones de personas. Esto supone 335 millones más que en 2019, antes de la pandemia, y 683 millones más que en 2015, cuando se aprobó la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
- Entre los indicadores de nutrición infantil, la prevalencia del retraso del crecimiento en los niños y niñas menores de cinco años disminuyó del 26,4% en 2012 al 23,2% en 2024, lo que refleja los avances a escala mundial.
- La prevalencia del sobrepeso infantil (5,3% en 2012 y 5,5% en 2024) y la prevalencia de la desnutrición aguda infantil (7,4% en 2012 y 6,6% en 2024) no han sufrido prácticamente cambios.
- El porcentaje de lactantes menores de seis meses alimentados exclusivamente con leche materna aumentó considerablemente, pasando del 37,0% en 2012 al 47,8% en 2023, lo que refleja el creciente reconocimiento de sus beneficios para la salud.
- La prevalencia de la obesidad en adultos aumentó del 12,1% en 2012 al 15,8% en 2022.
- Los nuevos datos muestran un aumento de la prevalencia mundial de la anemia entre las mujeres de 15 a 49 años, del 27,6% en 2012 al 30,7% en 2023.
Las estimaciones para un nuevo indicador de los ODS introducido en el informe revelan que alrededor de un tercio de los niños de entre 6 y 23 meses y dos tercios de las mujeres de entre 15 y 49 años cumplían los criterios de la diversidad alimentaria mínima.
Inflación de los precios de los alimentos
El informe también se examina las causas y consecuencias del repentino aumento de los precios de los alimentos entre 2021 y 2023 y sus repercusiones en la seguridad alimentaria y la nutrición.
Destaca que las políticas mundiales de respuesta a la pandemia de la COVID-19 —caracterizadas por amplias intervenciones fiscales y monetarias—, combinadas con los efectos de la guerra en Ucrania y los fenómenos meteorológicos extremos, contribuyeron a las recientes presiones inflacionistas.
Esta inflación de los precios de los alimentos ha obstaculizado la recuperación de la seguridad alimentaria y la nutrición tras la pandemia. Desde 2020, la inflación mundial de los precios de los alimentos ha superado sistemáticamente la inflación general. La diferencia alcanzó su punto máximo en enero de 2023, cuando la inflación de los precios de los alimentos llegó al 13,6%, 5,1 puntos porcentuales por encima de la tasa general del 8,5%.
Según este informe, "es necesario actuar urgentemente en favor de los niños y niñas más pequeños y vulnerables del mundo, ya que el aumento de los precios de los alimentos podría agravar la inseguridad nutricional de millones de familias", añade Russell.
Los países de ingresos bajos se han visto especialmente afectados por el aumento de los precios de los alimentos. Si bien la inflación mediana de los precios de los alimentos en todo el mundo aumentó del 2,3% en diciembre de 2020 al 13,6% a principios de 2023, en los países de ingresos bajos subió aún más, alcanzando un máximo del 30% en mayo de 2023.
A pesar del aumento de los precios mundiales de los alimentos, el número de personas que no pueden permitirse una dieta saludable cayó de 2.760 millones en 2019 a 2.600 millones en 2024.
Sin embargo, la mejora fue desigual. En los países de ingresos bajos —donde el coste de una dieta saludable subió más que en los países de ingresos más altos—, el número de personas que no pueden permitirse una dieta saludable creció de 464 millones en 2019 a 545 millones en 2024. En los países de ingresos medianos bajos (excluida la India), la cifra aumentó de 791 millones en 2019 a 869 millones durante el mismo período.
Recomendaciones
El informe recomienda una combinación de políticas para responder a la inflación de los precios de los alimentos.
- Medidas fiscales específicas y con plazos precisos, como programas de protección social, para salvaguardar los hogares vulnerables.
- Políticas monetarias creíbles y transparentes para contener las presiones inflacionistas.
- Inversiones estratégicas en investigación y desarrollo (I+D) agroalimentaria, infraestructuras de transporte y producción, y sistemas de información sobre los mercados para mejorar la productividad y la resiliencia.
"Debemos trabajar en colaboración con los gobiernos, el sector privado y las propias comunidades para garantizar que las familias vulnerables tengan acceso a alimentos asequibles y que proporcionen una nutrición adecuada para que los niños y niñas se desarrollen", concluye Russell.
Esto incluye reforzar los programas de protección social y enseñar a los padres alimentos nutritivos producidos localmente para los niños y niñas, incluida la importancia de la lactancia materna, que proporciona el mejor comienzo en la vida de un bebé”.
*La estimación puntual es el valor que se considera más probable entre los incluidos en el rango de valores posibles, dada la información en la que se basa la estimación.
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Preguntas frecuentes sobre la desnutrición y la hambruna
- Desnutrición crónica. Un niño que sufre desnutrición crónica tiene un retraso en el crecimiento. Es decir, su talla es inferior al estándar internacional correspondiente a su edad. Este es el tipo de desnutrición menos visible y que muchas veces no recibe atención.
- Desnutrición aguda moderada. Un niño con desnutrición aguda moderada pesa menos de lo que corresponde con respecto a su altura. Para diagnosticarla se utiliza una cinta especial con la que se mide el perímetro del brazo.
- Desnutrición aguda grave. Un niño con desnutrición aguda grave tiene un peso muy inferior respecto a su altura. Su riesgo de muerte es inminente, por lo que necesita atención médica urgente.
- Carencia de vitaminas y minerales. La desnutrición por falta de micronutrientes se manifiesta de distintas maneras. Por ejemplo, un niño que carece de vitamina A es más propenso a las infecciones y corre mayor riesgo de sufrir ceguera. Por otro lado, la falta de hierro dificulta la capacidad de aprendizaje.
Un niño con desnutrición crónica tiene menos altura de lo que le corresponde con relación a su edad. Cuando hay una falta de nutrientes continuada en el tiempo se reduce el crecimiento físico y el desarrollo mental.
Si no se previene, actuando durante el embarazo y antes de que el niño cumpla los 2 años de edad, las consecuencias son irreversibles y se harán sentir durante el resto de su vida. Una vez que un niño o niña sufre desnutrición crónica (también llamada retraso en el crecimiento) no hay tratamiento, y el desarrollo tanto físico como cognitivo se verá afectado (el niño no será tan fuerte, sano e inteligente como hubiera podido ser).
Un total de 149 millones de niñas y niños sufren desnutrición crónica en el mundo. En África y Asia viven más de 9 de cada 10 niños con retraso en el crecimiento.
Seguro que más de una vez te has preguntado por qué sigue habiendo hambre en el mundo si hoy en día producimos suficientes alimentos para abastecer a toda la población; por qué, a pesar del trabajo de las organizaciones humanitarias durante tantos años, se repiten emergencias nutricionales como las que amenazaron la vida de millones de niños en Sudán del Sur, Yemen, Nigeria, Somalia o en el Cuerno de África.
No hay una única explicación: los conflictos, la variabilidad y las condiciones extremas del clima, las desaceleraciones y los debilitamientos de la economía (agravados por la pandemia de la COVID-19) son importantes factores causantes de inseguridad alimentaria y malnutrición. Su frecuencia y su intensidad siguen aumentando y cada vez más se suelen presentar juntos varios de estos factores.
El aumento de los desastres naturales -como inundaciones, ciclones y sequías- tiene un impacto negativo a largo plazo en la producción agrícola, lo que conduce a una subida de los precios de los alimentos. Las familias que no pueden asumir este coste no tienen capacidad para cubrir sus necesidades nutricionales, por lo que las tasas de desnutrición crecen, sobre todo entre los niños.
Además, el cambio climático también afecta a la disponibilidad de agua potable, con el consiguiente aumento de enfermedades como el dengue, la diarrea o el cólera, que causan millones de muertes infantiles año tras año.