Yo viví el miedo de ponerle nombre a mi bebé
Mi embarazo fue de alto riesgo y tuve un parto de urgencia vital. Teníamos mucho miedo a decir el nombre de Manuel en alto por si no llegábamos a tenerle en brazos.
María y Manuel durante una excursión a los Lagos de Covadonga.
14/11/2018
Manuel. Teníamos elegido su nombre incluso meses antes de quedarme embarazada. Nos gustaba mucho, pero como mi embarazo estaba calificado desde el principio de alto riesgo por una malformación congénita en el útero, no lo usábamos para referirnos a él y le llamamos Bichillo todo el embarazo. A día de hoy seguimos haciéndolo alguna vez.
Hasta avanzado el quinto mes de embarazo no empezamos a preparar cosas y pedimos a nuestras familias y amigos que hicieran lo mismo. Había riesgo elevado de aborto y de parto prematuro y teníamos mucho miedo de no llegar a tenerle en brazos.
Tenía una cesárea programada, pero me puse de parto el día antes. Salimos pitando para el hospital. Después de pruebas, contracciones, esperas y exploraciones, justo cuando me estaban preparando para la cesárea, rompí aguas. Y a partir de ahí todo se aceleró. Manuel estaba colocado de pie y, según nos dijeron después, estaba empujando el cordón umbilical hacia fuera. En unos segundos pasamos de las risas nerviosas a mirarnos asustados.
Recuerdo que me llevaron corriendo en la camilla hasta el quirófano, rodeada de médicos, y que Fede me soltó la mano de un tirón, quizá al chocar en alguna esquina del pasillo.
Recuerdo los gritos ya en el quirófano. Días más tarde, la matrona me decía que probablemente todo el personal que había ese momento en partos estaba conmigo.
Escuché cómo ayudaban a la doctora (que iba haciendo tapón para que Manuel no saliera todavía) a pasar al otro lado de la mesa de operaciones, mientras a mí me trasladaban desde la camilla.
Me anestesiaron tan rápido que me costaba respirar. Lo último que recuerdo es el frío en la tripa cuando me estaban limpiando. Y después, fruto de la anestesia, ya no me acuerdo de nada más.
Afortunadamente, y gracias a la reacción de los médicos, todo salió bien y Manuel en 15 minutos estaba piel con piel con Fede. Después de pasar unas horas en reanimación me subieron a la habitación y pudimos empezar la lactancia.
Esa noche no éramos capaces casi ni de hablar. Estábamos como autómatas en la habitación, sin dejar de mirar a Manuel eso sí, abrumados e intentando asimilar... No fue hasta la segunda noche, cuando Fede y yo compartimos cómo lo habíamos vivido todo y lo que habíamos sentido. Esa noche supe del miedo que pasó Fede desde que me soltó la mano, primero por los dos y, cuando ya tenía a Manuel entre sus brazos, por mí. Esa noche le dije algo que sabía por las historias que conozco a través de mi trabajo: lo que nos había pasado, en otros lugares del mundo probablemente no habría terminado así.
Por eso en UNICEF trabajamos para que todos los padres puedan poner con tranquilidad un nombre a sus hijos, porque tengan la seguridad de que van a sobrevivir. ¡Contamos contigo!
7.000 bebés mueren cada día sin un nombre
¡Ayúdanos a cambiarlo!