Niños rohingya en Bangladesh: así lo he visto yo con mis propios ojos
Hace sólo un mes estaba en Bangladesh ante la inmensidad de los campamentos de niños rohingya. Kilómetros de frágiles refugios hechos de bambú, plástico y chapa donde reina el silencio y la desesperanza.
12/04/2018
Aunque ellos mismos me contaron las atrocidades, torturas y destrucción que movieron a casi 700.000 rohingyas, a huir despavoridos de su país, mi mente aún se niega a admitir que tanta crueldad pueda ser real. Sin embargo lo es: huyeron por miedo a ser asesinados, abandonando sus hogares prácticamente con lo puesto, dejando atrás toda su vida.
Pero hoy no quiero recordar esas atrocidades, hoy prefiero compartir contigo que los niños rohingya no están solos. Que somos muchos los que estamos preocupados por su situación y que gracias a la colaboración de socios, donantes, empresas y aliados, en UNICEF estamos llevándoles la ayuda que necesitan en estos momentos tan tristes. Así lo he visto yo con mis propios ojos.
He visto cómo el gesto de una madre cambiaba del miedo a la tranquilidad cuando en una oficina de información de UNICEF le indicábamos el centro de salud más cercano para llevar a su niño enfermo.
He visto cómo en el campo de Unchiprang, 25.000 personas tienen acceso libre al agua potable gracias a una instalación financiada por UNICEF que les evitará enfermar gravemente.
He visto la eficiencia de los programas de prevención de la desnutrición aguda que se llevan a cabo en los centros apoyados por nosotros: en el campo de Moinerghona, todos los niños entre 0 y 5 años habían sido diagnosticados y tratados si era necesario, consiguiendo salvar a todos excepto a uno.
He visto cómo niños rohingyas pasaban de dibujar los horrores que habían vivido, a dibujar flores y pájaros de brillantes colores, mostrando así haber superado el trauma gracias a la atención psicosocial recibida en los Espacios Amigos de la Infancia de UNICEF.
Niños rohingyas: y ahora, el monzón
Pero, tristemente, estos pequeños logros en la vida de los refugiados rohingya pueden quedar en nada con la nueva amenaza que se cierne sobre ellos: la época de lluvias torrenciales y ciclones se acerca peligrosamente. El monzón puede destrozar sus frágiles refugios y llevará agua sucia que les puede ocasionar enfermedades tan graves como el cólera. Van a vivir una emergencia dentro de su propia emergencia.
Si estás leyendo este post seguro que es porque esta situación te preocupa tanto como a mí. No podemos parar la época de lluvias, pero sí podemos estar prevenidos para minimizar sus efectos y continuar prestando la ayuda que está siendo tan eficiente en estos momentos.
No podemos dejar que la tormenta envuelva a estos niños en una nueva tragedia. Los niños rohingya nos necesitan a todos. ¿Te animas a ayudarlos?
Miles de niños rohingya huyen de la violencia.
Ayúdanos a salvar sus vidas.
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