Niños refugiados: Sajad vuelve a soñar de nuevo
Acompañamos durante 3 años a una familia de refugiados iraquíes en Europa. Descubre todo a lo que tuvieron que enfrentarse.
Ya han pasado 2 años desde que, en 2015, conocimos a Sajad Al-Faraji, sus hermanos y su madre cuando huían del conflicto y la inseguridad de Irak y buscaban una vida mejor en Europa (como cientos de miles de migrantes y refugiados). "Traje aquí a Sajad para que pudiera soñar en su futuro" decía Mona, su madre, por aquel entonces. "Verle así me ayuda a olvidar todo lo que hemos pasado".
La ruta de la familia por los Balcanes fue horrible. Y para Sajad, en silla de ruedas, fue especialmente dura. Además de tener que subir y bajar de los trenes en estas condiciones, la gente a veces ponía su equipaje encima de sus piernas.
Sajad y un grupo de jóvenes hablan a los pies de uno de los trenes para refugiados en Serbia, en 2015.
"No escuchamos a la gente que nos dice que deberíamos irnos a otro país", afirmaba Houda, la hermana de Sajad mientras esperaban para registrarse como solicitantes de asilo en Viena en el año 2015. "Estamos demasiado cansados para ir más lejos, sobre todo con Sajad".
Sajad cogió un resfriado durante el viaje y, aunque llegaron pronto a la oficina de asilo, tuvieron que esperar durante horas para que los atendieran. El sol ya había comenzado a ponerse cuando lo consiguieron, pero salieron de allí con carnés de identidad, cartillas de comida, alojamiento, atención médica e información sobre nuevos pasos en el proceso de asilo.
Sajad esperando a registrarse como solicitante de asilo en Viena en 2015.
Los alojamientos para refugiados en Viena estaban completos por lo que llevaron a la familia a un refugio temporal a las afueras de la ciudad. Compartían una habitación con 2 familias afganas que no hablaban árabe, así que la comunicación era casi imposible. El espacio se separaba con 3 grandes sábanas para darles algo de privacidad.
"Sentimos que esto es un nuevo comienzo", nos contaba Houda. "Ni si quiera esperaba llegar hasta aquí", añadía Sajad. "Pensaba que íbamos a morir en el mar. Así que estamos bien si lo comparamos con eso".
Sajad y su familia en el alojamiento temporal que compartían con dos familias afganas.
Refugiados en Europa: una espera interminable
Pasaron cinco meses, ya era 2016 y la familia seguía viviendo en el refugio temporal, aunque creían que su solicitud de asilo estaba en camino. "Ahora estamos esperando la carta de las autoridades para la entrevista", nos contaba la madre.
Mientras tanto, la familia comenzó a explorar la ciudad. "No hemos visto nada que no sean campamentos y edificios de policía, así que tenemos muchas ganas de conocer el lugar", decía Sajad. "Como ya hemos terminado todo el papeleo y hemos llevado toda nuestra información a la policía, ya no tenemos miedo", aseguraba Houda.
Poco a poco su situación fue mejorando, aunque no sin complicaciones. Consiguieron su propia habitación y dormían en literas en vez de colchones en el suelo. Pero, el día siguiente a mudarse a esta habitación, Sajad se rompió una pierna y perdió la plaza que había conseguido en un colegio para niños con discapacidad.
Sajad se despereza en su habitación del centro de acogida en 2016.
Sin embargo, no todo eran malas noticias. Zein, otro de los hermanos, entró en un curso de alemán al que asistía 5 días a la semana junto a otros 15 jóvenes refugiados. "Es lo mejor que me ha pasado desde que estamos aquí", decía. "Alguien de nuestra familia tiene que aprender alemán para poder traducir".
Niños refugiados: por fin en clase
En 2017 nos hemos reencontrado por tercera vez con la familia, que todavía se enfrenta a muchos de los problemas a los que se enfrentaba hace 2 años. Siguen esperando a que les hagan una primera entrevista para saber si pueden acogerse al asilo. Frustrado y deprimido, Sajad pasa horas jugando a videojuegos en su móvil.
Pero otros días son mejores. Sajad tiene una nueva silla de ruedas que le han hecho a medida para poder sostener mejor su columna vertebral. Y ahora asiste a una escuela de integración para niños con discapacidad.
"Este año todo va mucho mejor. Tengo amigos en el colegio y puedo hablar con ellos", dice. Sajad ahora estudia alemán, matemáticas, lee, escribe y hace deporte. "Hay muchas más opciones para mí ahora. Ya no es como antes", cuenta. "Quiero estar con los austriacos, quiero trabajar como chef, quiero viajar".
Sajad en su nueva clase.
Dos años después de huir de Irak, Sajad por fin ha vuelto a soñar.
"He conocido a mucha gente, he visto muchas cosas y estoy un paso más cerca de mis sueños. Quiero tener una vida como la de los demás", dice sonriendo. "Me gusta salir con él porque cuando le veo sonreír me pongo contenta", dice su hermana Houda.