Niños refugiados: noticias que destrozan el alma
El suicidio de un niño refugiado en Austria ha pasado casi desapercibido y es una desgracia que no se puede digerir.
El suicidio de un niño afgano de 11 años en Austria la semana pasada es una desgracia que no se puede digerir. Un niño que, en lugar de centrarse en estudiar, jugar y hacer deporte, huía de la violencia de su país, se ocupaba de sus 6 hermanos, traducía y rellenaba formularios. No pudo más.
En España, la noticia ha pasado prácticamente desapercibida. Apenas un par de medios se han hecho eco de este suceso. Quizá porque estamos casi hipnotizados con nuestro contexto nacional o, más grave aún, porque estamos ya tan anestesiados ante la desgracia ajena que nuestro umbral de dolor es cada vez más inalcanzable.
Pero tenemos que abrir los ojos de una vez. No estamos dejando a los niños refugiados y migrantes ser niños porque no cuentan con un marco protector fuerte que les permita serlo.
No es el primer caso que conocemos. El nivel de estrés psicológico que sufren muchos de ellos es demasiado alto, por eso otros niños también vieron en el suicidio la única solución a sus problemas. Este mismo año, en Suecia, varios adolescentes, en su mayoría afganos, acabaron con su vida mientras esperaban una respuesta o tras conocer el rechazo a su demanda de asilo.
Niños refugiados: 800.000 solicitudes en Europa
Otros se han quedado en el intento. En Grecia, se han detectado un número creciente de tentativas de suicidio entre los 19.000 niños migrantes y refugiados que hay bloqueados en el país. Su salud mental es cada vez peor, sobre todo de los niños no acompañados. Según uno de nuestros últimos estudios, hay niños que sufren ansiedad, depresión, pesadillas e insomnio. Se autolesionan, tienen conductas sexuales de riesgo e incluso recurren al consumo de drogas para evadirse.
Nadie querría esta infancia para sus hijos. Tener que afrontar uno solo de estos elementos nos destrozaría el alma.
Muchos de estos niños han vivido situaciones atroces en sus países de origen. Han visto morir a familiares, han sido víctimas de la violencia en su camino al colegio, se han jugado la vida en el mar… Y cuando llegan, ¿qué se encuentran? Precariedad, más incertidumbre y más miedo.
Europa ha recibido 800.000 solicitudes de asilo de menores de edad entre 2015-2016. Y todavía muchos no han conseguido normalizar su situación: vivir en un entorno adecuado y familiar, ir a la escuela, tener amigos, reunirse con familiares que viven en otros países, recibir asistencia psicológica especializada….
Niños refugiados: levantarse y actuar
Algunos tan siquiera tienen libertad de movimiento porque están detenidos y demasiados siguen sin información. Quizás sus expedientes de asilo o de reunificación familiar tienen cierta posibilidad de llegar a buen puerto, pero ni siquiera lo saben o no entienden los trámites. La única información que les llega es la que les cuentan sus amigos, sus familiares desperdigados por Europa o los propios traficantes. Y en esta información confían con fe ciega. No se fían del sistema de asilo ni de protección de la infancia, porque no funcionan como deberían.
Y el tiempo pasa y cada vez duermen peor, lloran más y comen menos. Y, como nos han contado los expertos, si no hacemos nada para remediarlo, estas conductas pasarán a convertirse en serios problemas de salud mental.
Son muchas las soluciones que se pueden poner en práctica. Las más urgentes pasan por hacer prevención e identificar las necesidades psicológicas; mejorar el acceso a psicólogos y psiquiatras infantiles; garantizar tutores suficientes; aumentar los recursos y profesionales dirigidos a atender a la infancia; agilizar y acompañar todos los trámites administrativos que tengan que hacer (incluidas las peticiones de reunificación familiar); sacar a los niños de los centros de detención; escolarizarlos; luchar contra el rechazo social que sufren.
Lo que le ha sucedido a este niño me supera, pero siento que hay que levantarse y actuar. Es necesario seguir contando sin descanso lo que está ocurriendo, porque los niños refugiados y migrantes ya no son noticia, ni siquiera cuando ocurre algo así.