Niños de Siria: morir de frío huyendo hacía la paz
Anteayer domingo, la prensa amanecía con un titular desgarrador: "15 refugiados sirios, entre ellos dos niños, mueren por el frío en las montañas de Líbano". Al conflicto de Siria se suma la última de las amenazas: el invierno.
23/01/2018
Anteayer, como cualquier otro domingo, leí la prensa mientras desayunaba. Imagino que como para cualquiera de vosotros, es un lujo la calma del fin de semana, no tener que correr al trabajo y poder saborear el café sin prisa.
Sin embargo, por un segundo, se me paró el corazón cuando leí el siguiente titular: "15 refugiados sirios mueren por el frío en las montañas de Líbano". Entre ellos había dos niños.
Llevamos casi 7 años leyendo atrocidades sobre la violencia y el dolor al que están sometidos los niños sirios. Siete años en los que no hemos dejado de contar sus historias, hacer llamamientos, suplicar a las partes una salida negociada que permita a los sirios vivir en paz. Siete años en los que hemos trabajado sin descanso por los niños, para que la guerra no les robe su infancia. Trabajando contra el olvido.
Ante la muerte por congelación de estos dos niños, nos sentimos impotentes. Hace unos meses pusimos en marcha nuestra campaña de invierno en Siria, distribuyendo mantas para 600.000 personas, ropa de abrigo y combustible para calentar las escuelas. Esos dos niños, acompañados de otros adultos, no hacían más que huir de la guerra, buscar un lugar seguro. Soñarían con habitar en un pueblo o en una ciudad donde no estuvieran amenazados por las bombas, por el hambre y el desgarro. Pienso en sus padres, en sus hermanos, en sus amigos.
Niños sirios: ahora, el frío del invierno
Hace un año y medio estuve con familias refugiadas sirias cerca del lugar donde estos niños fallecieron, en el valle de la Bekaa. Era el mes de septiembre y las temperaturas todavía eran moderadas. Pero los niños, las familias y nuestros compañeros nos advirtieron del fatal invierno al que están sometidos en esa zona.
Recuerdo especialmente la visita a uno de los asentamientos de refugiados. Entramos en las humildes casas de Hana y de Hiba, dos mujeres maravillosas que nos abrieron sus puertas y nos hablaron de su vida. Pienso también en los niños que conocí: Hamed, Jasmin, Reed, Safa, Nasser. Todos ellos llegaron sanos y salvos a su destino. Recuerdo que tardamos horas en despedirnos porque los niños no paraban de jugar con nosotros. Inevitablemente pienso en estos dos niños que han muerto por congelación, en lo que habrían disfrutado de esos mismos juegos.
Para rendir un homenaje digno a estos dos niños lo mejor que podemos hacer es seguir trabajando por los otros niños de Siria, para que no corran la misma suerte. Y vosotros, que leéis esto desde vuestro móviles en el trayecto a casa o en el trabajo, si podéis, por favor no dejéis de ayudarnos para que ningún otro niño sirio muera de frío.
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