Madre coraje en Siria: "Mi vida no siempre ha sido así"
Najla tiene 34 años y es madre de 4 niños maravillosos. Perdió a su marido, su casa y todo lo que tenía por el conflicto en Siria. Hoy nos cuenta su historia.
Najla sujeta en brazos a su hija menor, Mountaha.
15/01/2019
Mi día comienza a las 5 de la mañana. Todavía es de noche, pero me levanto del colchón que comparto con mis 4 hijos para ayudar a Mohamed, el mayor, a prepararse para ir a trabajar y al resto para ir al colegio.
Mientras se quejan del frío, se visten acompañados por el sonido del viento que golpea la habitación a medio terminar que llamamos hogar. Intento por todos los medios calentar el ambiente con una estufa de camping, la única fuente de calor que tenemos.
Pero mi vida no siempre ha sido así. Nunca me habría imaginado que mis hijos y yo acabaríamos en estas condiciones. Antes de la guerra, cuando el invierno era época de cálidas reuniones familiares, vivía con mi marido y mis hijos en una casa completamente amueblada, con calefacción, alfombras de colores y vajilla. Incluso teníamos una sala de estar y una habitación para invitados: cosas que parecen tan lejanas... Ahora el invierno es una época de sufrimiento en la que lucho por proteger a mis hijos, que se enferman continuamente debido al frío. Una estufa y unas pocas mantas son mis únicas armas.
Todo empezó a cambiar en 2012, cuando los combates se intensificaron cerca de nuestra casa en el barrio de Al Maadi, en el este de Alepo. Huimos más veces de las que puedo recordar: de un edificio inacabado a otro, de una tienda de campaña a otra. Pero ahí no terminó nuestro sufrimiento. Cuatro años más tarde, en un frío día de noviembre, mi marido fue a comprobar cómo estaba nuestra casa. Le rogué que no lo hiciera, ya que todavía había enfrentamientos. Mi marido murió en un bombardeo, que también destruyó nuestra casa. Pensé que todo terminaba ese día.
Conflicto en Siria: nuestra vida en la granja
En 2017, cuando la violencia parecía dar un respiro, un conocido nos habló de una granja abandonada en una zona remota de la ciudad. No teníamos a dónde ir y ya no podíamos seguir aguantando la presión de vivir en un refugio colectivo, así que nos mudamos a la habitación de la granja. La zona estaba muy poco poblada y me sentía insegura. No podía dormir las primeras noches en esta "nueva casa". Cada pequeño ruido me sobresaltaba, hasta que un familiar me dio un perro que se ha convertido en un valioso miembro de nuestra familia, encargándose de protegernos de extraños.
Mohamed, el hijo mayor de Najla, juega con el perro que protege a la familia.
Nuestro nuevo lugar de residencia no cubría ni las necesidades básicas: no teníamos agua corriente, electricidad ni ventanas. Por suerte, nuestro amables vecinos nos ayudaron extendiendo la canalización del agua y electricidad para la única bombilla que teníamos. También nos donaron algunos muebles.
Conflicto en Siria: la vida comienza a sonreír
Después de mucho tiempo fuera del colegio, mis hijos por fin están matriculados en una escuela cercana desde el año pasado. Una asociación local para huérfanos comenzó a darnos una pequeña ayuda mensual, suficiente para comprar medicinas y comida. Mi hijo mayor, Mohamed, trabaja cada día antes y después del colegio en una granja cercana. Cuida de unas vacas y le pagan unos 6 dólares a la semana. Por fin la vida comienza a sonreírnos.
Como cualquier madre en el mundo, lo único que quiero es ver a mis hijos calientes, bien alimentados, sanos y seguros. No hay nada que no haría para ayudarlos. Estoy tratando de recaudar dinero para comprar una vaca y empezar un pequeño negocio de lácteos caseros. He solicitado varias ayudas y de verdad espero que funcione para poder levantarme de nuevo.
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