Los niños sirios luchan por sus sueños en medio del caos
El conflicto en Siria, que dura ya 6 años, no se limita a los cientos de miles de muertos, heridos y desplazados. La guerra también golpea a millones de sirios que luchan cada día por sobrevivir.
La vida de Kawthar, de 37 años y la de su hijo Mohammed, de 8, se ha vuelto insostenible. Kawthar se divorció hace unos años y tuvo que volver a casa de sus padres, en uno de los barrios más pobres de Damasco. Vive con su madre, dos hermanos y una hermana.
"Vivimos hacinados porque la casa de mis padres es muy pequeña, solo tiene dos dormitorios", dice Kawthar señalando la pequeña cama de una de las destartaladas habitaciones.
Lo que deterioró la vida de la familia no fueron los continuos bombardeos, sino los cortes de agua de este invierno que duraron más de 40 días.
A finales de diciembre de 2016, como consecuencia de los ataques que sufrieron las principales fuentes de la zona, los manantiales de Wadi Barada y Ain al- Fijeh, el agua se cortó en Damasco y sus alrededores. Alrededor de 5,5 millones de personas se quedaron sin acceso a agua potable y expuestas a todo tipo de enfermedades relacionadas con esta situación de insalubridad.
Conflicto en Siria: agua como arma de guerra
"En Siria, todas las partes implicadas en el conflicto utilizan el agua como arma de guerra", dice Hanaa Singer, representante de UNICEF Siria. "Las fuentes de agua se cortan de manera deliberada y se producen ataques contra las infraestructuras hidráulicas con el agravante de que, además, se niega el acceso a los operarios que pretenden arreglarlas". Solo en 2016, Naciones Unidas documentó 30 casos de esta táctica en Damasco, Alepo, Hama, Raqqa y Dara’a.
Kawthar y su familia, como millones de personas en la zona de Damasco, se vieron obligadas a racionar su consumo de agua cuando fue cortada. En su diminuta cocina, Kawthar nos cuenta que solían apilar todos los platos sucios y que los fregaban una sola vez al día para no malgastar el agua. Añade que hacían la colada a mano y que solían reutilizar esa misma agua para fregar el suelo.
En las últimas semanas, desde UNICEF hemos hecho siete reparaciones de emergencia en distintas zonas de Wadi Barada así como en el manantial de Ain al- Fijeh para restablecer el flujo de agua. Estas reparaciones han mejorado significativamente la vida de los 5,5 millones de residentes de Damasco y de sus zonas rurales.
Además, hemos podido seguir de cerca la evolución de las obras de reparación, ya que hemos formado parte del primer convoy humanitario a Wadi Barada.
Los niños sirios luchan por sobrevivir al conflicto
Situada en uno de los barrios más pobres de Damasco, la casa de Kawthar ha sufrido el impacto de las fuertes lluvias del invierno. Para colmo, el sistema de alcantarillado,viejo y descuidado de por sí,está colapsado de escombros y restos de suciedad.
Al despertar una mañana, Kawthar y su familia vieron que el suelo, las paredes, y los muebles estaban destruidos; el alcantarillado no había aguantado y riadas de aguas residuales habían irrumpido en su casa.
"Toda nuestra casa era un caos; ratas, cucarachas y hormigas nos habían invadido", recuerda Kawthar indignada. "Desinfecté la casa entera e incluso llegué a traer un par de gatos, pero ni eso sirvió para deshacernos de la plaga", añade.
Como tantos otros en Siria, ella y su familia luchan por llegar a fin de mes y este capítulo no ha hecho más que agravar su ya de por sí maltrecha economía. "Hemos tenido que invertir miles de libras sirias para arreglar lo que las inundaciones han destrozado", nos dice con ojos tristes.
Sin jugar por miedo a los bombardeos
Para Mohammed, el porche de la casa de sus abuelos solía ser su zona de juego. Pero ahora, Kawthar, como el resto de madres sirias, teme por la vida su hijo y le ha prohibido salir a jugar por miedo a los bombardeos.
"Solía jugar a la pelota con mi vecino Abdel-Ghani aquí, en el porche, pero desde que se inundó el desagüe, mi madre ya no me deja", dice con una mueca.
Kawthar suele madrugar para ayudar a Mohammed a prepararse para ir al colegio. Desde que se obstruyó el alcantarillado, se levanta antes del amanecer porque tiene que limpiar la entrada de la casa para que el niño pueda atravesarla sin problema.
El conflicto en Siria no se limita a los muertos, los heridos y los niños y mayores desplazados. La historia de Kawthar y su familia es solo una muestra más del sufrimiento extremo que la guerra, que dura ya 6 años, está provocando en millones de personas.
"Nadie en Siria está a salvo de la brutalidad del conflicto", dice Singer. "Las infraestructuras están destrozadas y las familias se enfrentan a situaciones extremas para sobrevivir".
Niños de Siria: mejorar sus vidas es posible
Hace un par de semanas, en UNICEF reparamos el sistema de alcantarillado del barrio de Kawthar y parece que la situación caótica en la que han estado viviendo empieza a restablecerse.
Mohammed y su vecino Abdel-Ghani vuelven a jugar a la pelota en el porche de la casa.
"Me gustaría ser contable", dice Mohammed risueño. El niño es uno de los mejores estudiantes de su clase de tercero. "Lo que más me gustan son las matemáticas", dice orgulloso mientras abre su libro para hacer los deberes.
"Es mi único hijo y siempre temo por su vida", nos dice Kawthar. "Antes de la guerra solía llevarlo a un parque cercano, pero ahora prefiero tenerlo en casa, conmigo, salvo cuando pasa los fines de semana con su padre en casa de sus otros abuelos".
Mohammed es vegetariano como su padre, pero adora la comida basura.
"Mi comida favorita son las patatas fritas", dice entre risas. Alimentar correctamente a Mohammed se ha convertido en todo un reto para su madre. Viven del precario salario de su hermano y no siempre pueden permitirse comprar comida de calidad para el niño.
Seis millones de niños dentro de Siria necesitan ayuda humanitaria urgente. A pesar del caos, son muchos los que, como Mohammed y su familia, están decididos no solo a sobrevivir, sino también a perseguir sus sueños y luchar por un futuro mejor.
"Nuestro trabajo es ahora más importante que nunca. Debemos ayudar a los niños a perseguir sus sueños", dice Singer. "Estos niños y sus familias tienen un solo deseo: regresar a sus hogares y vivir en paz y con dignidad. Y eso es, precisamente, lo que tenemos que hacer por ellos", concluye.
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