Los niños sirios de Zaatari, 5 años después
Ya han pasado 5 años de la creación del campamento de refugiados de Zaatari, en Jordania. La vida de muchos niños sirios ha estado marcada por esta experiencia.
Omaima (en la izquierda del todo) y su familia en su casa del campamento de refugiados de Zaatari, en Jordania.
"Yo era una niña cuando vine de Siria. Tenía 11 años y solo pensaba en juguetes; ahora he crecido", dice Omaima, una adolescente de 16 años que reflexiona sobre su estancia en Zaatari, donde lleva casi un tercio de su vida.
"Solía pensar que cuando llegara al campamento sería como un pícnic, como un jardín para jugar con mis amigos. Pero luego fue un gran shock, el paisaje era intimidante. Lo bueno es que había escuelas, así que me puse contenta. Podría registrarme y volver a clase", cuenta.
Y fue exactamente lo que hizo. Eso y mucho más.
Cuando la conocí por primera vez con mis compañeros de UNICEF, hace cuatro años, Omaima no solo había vuelto a estudiar, sino que animaba a otras niñas a que asistieran a la escuela y a hacer frente a otras muchas cuestiones.
"Daba charlas sobre matrimonio infantil o sobre educación para cambiar la forma de pensar de la gente", explica Omaima.
Ya han pasado 5 años desde la creación de Zaatari y el cambio de mentalidad es evidente.
Refugiados sirios en Zaatari: los primeros días
Los 2 primeros años del campo se definen por lo que los especialistas en protección infantil llamarían un sentido de "hiperactivación". La población vivía en un estado de creciente presión psicológica y sufría los estragos de la guerra y de huir de una violencia que se encontraba a solo 12 kilómetros de la frontera del norte de Jordania.
"La gente al principio estaba muy conmocionada", explica Thaer, el padre de Omaima. "Sus recuerdos estaban impregnados de muerte y destrucción. Aunque ahora estén seguros, nunca olvidarán esas imágenes".
A la energía y el estrés de las personas que llegaban todos los días a Zaatari, se les sumaban el miedo y la incertidumbre de trasladarse a un campamento en medio el desierto.
Ahora las cosas han cambiado, explica Thaer. "Los profesores entienden mejor el sufrimiento de los niños y las escuelas tienen bibliotecas y ordenadores", añade.
El campamento de refugiados de Zaatari acoge a 80.000 sirios, más de la mitad de los cuales son niños.
Las tasas de matriculación escolar han aumentado de forma constante, con una asistencia de casi 21.000 de los 27.000 niños en edad escolar que viven en el campamento. La formación profesional, las iniciativas de innovación social, los talleres de informática y las actividades deportivas figuran entre los muchos servicios que se ofrecen a los niños y jóvenes del campamento.
Las infraestructuras también han evolucionado con rapidez. De casas y escuelas en tiendas de campaña se ha pasado a estructuras fijas; y de camiones cisterna a la construcción de una red de suministro de agua y gestión de las aguas residuales.
Al salir de la casa de Omaima nos detenemos en su escuela, que se encuentra en la carretera que rodea al campamento y que es uno de los 14 colegios que hay en total. Aunque están de vacaciones de verano, se mantienen las clases de recuperación, incluidas las de los de niños con discapacidad. Hay rampas para sillas de ruedas que conducen a las aulas e incluso un camino especialmente diseñado para estas sillas, construido por el padre de Omaima, que trabaja en la escuela.
Niños sirios: la educación es la única opción
A 5 minutos en coche por la carretera se encuentra la casa de Hanadi. No la hemos visto en más de 2 años, pero rápidamente identificamos a su padre, Abu Kareem, comprando fruta en un carro ambulante tirado por un burro.
"Estamos agotados. Vivir en el desierto es muy duro, estamos cansados de las casas-contenedores", dice mientras se sirve café. Como la mayoría de los padres del campamento de refugiados, no deja de pensar en sus 4 hijos. "No queremos perder a nuestros hijos en este campamento", dice haciendo referencias constantes a la preocupación por su futuro a largo plazo.
Abu Kareem con 3 de sus hijos en la puerta de su casa en el campamento de refugiados de Zaatari.
Le preguntamos por Hanadi. Ya no vive con ellos. "Hanadi está casada y a punto de dar a luz", explica Abu Kareem. Tiene 20 años y acaba de graduarse. Durante los últimos 2 años asistió a la universidad de Zarqa, a 45 minutos en coche al sur del campamento.
Recuerdo lo que nos dijo Hanadi hace 4 años: "No esperaba poder estudiar aquí. Me repito a mí misma que no me queda otra opción que no sea estudiar". Su dedicación ha dado frutos.
Bayan, la hermana menor de Hanadi, tiene 16 años y quiere seguir sus pasos. Está aprendiendo inglés en el campamento y se ofrece orgullosa a cantarnos una canción que se ha aprendido.
"Nos preocupa el futuro, no solo el presente", dice.
Hanadi se graduó de la Universidad de Zarqa y está a punto de dar a luz
Niños sirios: una nueva generación nace en Zaatari
Mientras el futuro inmediato de Hanadi está junto a su nuevo marido en el campamento, muchas personas también han salido de Zaatari. En los últimos 5 años, alrededor de 430.000 sirios han pasado por ahí. Algunos se trasladaron a ciudades de Jordania, otros más lejos y algunos regresaron a Siria.
Es el caso de niñas como Ghada, que después de hacer sus exámenes de último curso, a mediados de 2014, regresó a casa. O Muzoon, que desempeñó un papel clave en los campamentos, en la campaña de vuelta al cole, y que ahora vive en Reino Unido y se ha convertido en la Embajadora de Buena Voluntad más joven de UNICEF. También pienso en Bashir, Alaa y Najah, con quienes perdimos el contacto, y me pregunto dónde estarán.
Está surgiendo una nueva generación en Zaatari. Cada semana nacen unos 80 bebés en el campamento.
Las expresiones de esperanza, desesperación, fuerza y frustración que escuchamos están tan presentes ahora como en los primeros días del campamento.
Nos necesitan más que nunca. ¡Tú puedes ayudar a los niños refugiados sirios!
La vida de millones de niños sirios está en riesgo
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