COVID-19: qué hacemos para que no aumente el trabajo infantil

Es momento de actuar y aunar esfuerzos. El 2021 ha sido nombrado como el año para la erradicación del trabajo y la explotación infantiles.

Trabajo infantil en tiempos de COVID-19

28/09/2020

La COVID-19 ha puesto de manifiesto las profundas grietas de nuestro sistema, hasta qué punto nos habíamos olvidado de lo humano, de las personas, de la infancia más vulnerable.

El cierre de escuelas nos mostró que la educación a distancia es aún una realidad muy lejana para los niños y niñas de los hogares más pobres. Y que sus familias, pese al miedo y la incertidumbre, no tuvieron más opción que salir cada día en busca de comida y empleo. 

Con una crisis económica sin precedentes, con empresas luchando por salir a flote y familias que no llegan a fin de mes, el trabajo infantil es, en muchas partes del mundo, una amenaza evidente. Resurge como un mecanismo de supervivencia para muchas familias que pueden verse arruinadas y olvidadas en plena recesión. 

La triple combinación de vulnerabilidad, pobreza y pandemia lleva a niños como Kumi, con sus 9 años recién cumplidos, a abandonar su hogar y recoger cacao durante largas horas en una pequeña plantación del sur de Ghana. O a que su hermana Abina, tan solo un año mayor, esté otro día más a cargo de las tareas del hogar.

Como ellos, 152 millones de niños y niñas se ven empujados al trabajo infantil y la explotación en campos, fábricas o minas artesanales. La mayoría viven en África y Asia, y la mitad tienen entre 5 y 11 años. 

En sus formas más extremas, caen en manos de grupos armados y mafias de trata de personas, engañados y obligados a combatir, mendigar, prostituirse o casarse muy temprano, siendo niñas. 

El trabajo y la explotación infantil —además de poner en riesgo la vida, la salud y el bienestar de los niños y niñas— les precariza, aisla e invisibiliza en la medida en que les mantiene alejados de cualquier tipo de atención sanitaria y educativa básica y, por tanto, de cualquier opción de futuro que no sea precariedad, desprotección y pobreza. 

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) y UNICEF alertamos en junio que la pandemia por COVID-19 puede provocar, por primera vez, un incremento del trabajo infantil después de dos décadas de avances.

Por un lado, los que ahora trabajan podrían sufrir condiciones de explotación más penosas (más horas y sin ningún tipo de protección). Por otro, en un contexto grave de crisis económica y social, se compite por la mano de obra menos capacitada y más barata. Y, todo esto, en una coyuntura en la que la educación de los más pequeños se ha visto interrumpida. Parece que no hemos aprendido, cuanto más tiempo estén los niños sin ir a la escuela, más probabilidades habrá de que ya no regresen nunca

Trabajo infantil: 2021, año de la erradicación

Es momento de actuar y aunar esfuerzos. YA. Necesitamos una acción coordinada, sostenible e inclusiva, que ponga a los más vulnerables en el centro y cierre las grietas en las que aún están atrapados muchos niños y niñas como Kumi y Abina.

El 2021 ha sido nombrado como el año para la erradicación del trabajo y la explotación infantiles. Estas son algunas de las respuestas que desde UNICEF hemos puesto en marcha en los países donde trabajamos: 

  1. Asegurar la vuelta a la escuela en condiciones de seguridad, ahora más que nunca, ayudando a las familias con los gastos escolares y brindando más apoyo y protección social a las más desfavorecidas. 
  2. Acompañar a los gobiernos en el refuerzo de sus marcos jurídicos de protección: incluyendo sanciones y el refuerzo de inspecciones; evitando que no queden resquicios sobre lo que es o no un trabajo nocivo, pasando por una mayor regulación sobre las condiciones y horarios. 
  3. Construir con las empresas (pequeñas, familiares y grandes corporaciones) pautas, códigos y sistemas de vigilancia en toda su cadena de producción. Su rol es clave para avanzar en la protección de la infancia.
  4. Trabajar desde lo social y el ámbito comunitario —con los propios niños y sus progenitores, y con más trabajadores sociales— para detectar y atender casos de explotación, con recursos y medidas específicas para las familias más vulnerables. 

Rocío Vicente

Especialista en Derechos de Infancia de UNICEF España

*Los nombres de Kumi y Abina son ficticios. Sus casos representan situaciones comunes de explotación y trabajo infantil.